Tiempo de liberar tiempos para la vida

Emerge con fuerza el debate social y politización del tiempo como factor de desigualdad y la necesidad de una redistribución más equitativa del mismo.

4DWSUMMITEl pasado fin de semana Valencia fue el punto de encuentro y referencia política de una supuesta utopía que cada vez es más real, trabajar menos y ganar lo mismo. La reducción de la jornada laboral sin merma del salario se abre paso entre las iniciativas de reorganización de los tiempos de vida y sus potenciales efectos favorables sobre la conciliación, el ahorro energético y la productividad convencen cada vez más. A las iniciativas experimentadas previamente en algunos países nórdicos (Suecia o Finlandia) o Francia (35 horas semanales) se suman ahora las iniciativas y proyectos experimentales de Reino Unido, Portugal y España, con la reducción de jornada laboral a 32 horas semanales como propuesta de abordaje.

Desde la crítica feminista a la economía convencional hace tiempo que se polemiza sobre el trasfondo de la actual construcción social y económica del tiempo, infectada por el productivismo capitalista, la preeminencia del trabajo mercantilizado o empleo y la invisibilidad del trabajo realizado en los hogares de manera no remunerada. El tiempo social del trabajo colisiona con el tiempo biológico —el de las necesidades humanas, el de los cuidados— y aún más con el tiempo ecológico referido a la sostenibilidad y regeneración de la Naturaleza; dichos conflictos inciden especialmente sobre las mujeres, en el devenir entre la reproducción social y la producción económica, entre los cuidados, la supervivencia y las redes de emancipación y ante el absentismo de la población masculina respecto a las responsabilidades de cuidados que aboca a las mujeres hacia jornadas de trabajo, remunerado y no remunerado, extensas y extenuantes.

El reto de liberar tiempos para la vida, redistribuyendo sus usos a través del cambio del sistema de roles de género impulsa un proceso de transformación social de gran calado que alcanza a la reorganización social y económica de los cuidados y la dilución de la división sexual del trabajo se percibe como un objetivo estratégico en la configuración del trabajo y empleo del siglo XXI que bebe directamente de algunas iniciativas y tendencias del siglo pasado.

La iniciativa de referencia en el abordaje de las políticas de tiempos es ley de iniciativa popular italiana de finales de los años 80. Le donne cambiano il tempo planteaba como horizonte el cambio en la estructura y orden social respecto a la manera de entender el tiempo, el trabajo y las funciones de hombres y mujeres en la sociedad. La mencionada propuesta de ley promovía un reparto igualitario de derechos y deberes en la sociedad, reconociendo, resignificando y poniendo en valor las actividades desarrolladas tradicionalmente de forma no remunerada por las mujeres en los hogares. Se reclamaba una re-organización social y económica y un nuevo pacto social basado en la igualdad de mujeres y hombres y la distribución equitativa en todos los ámbitos de la vida. Si esta perspectiva ya era en sí misma transformadora, aún más al significar un eje de cuestionamiento sobre la preeminencia del tiempo destinado al trabajo retribuido, la marginación de las mujeres del mismo y la ceguera existente respecto a la necesidad de tiempo dedicado a la reproducción de la vida. Con dicha crítica se señalaba directamente al esquema básico de “ocho horas de trabajo, ocho horas de tiempo libre y ocho horas de descanso” que fue clave para el avance de cohesión social de final del siglo pasado, y del que estaban ausentes, en gran medida, las mujeres y el trabajo de reproducción social.

Así pues, el punto de partida para este abordaje requiere entender la confluencia entre: 1) el tiempo como marco y factor universal en el que discurren las diferentes formas de vida; 2) el tiempo situado, como experiencia vital, individualizada, que acompaña las diferentes fases y edades con sus ritmos diferenciados, la evolución de los cuerpos, del pensamiento y de la salud; 3) el tiempo como recurso posibilitador de la realización de actividades, de la interacción y sistema de relaciones; tiempo como recurso para el trabajo y el empleo y también para el descanso, ocio, inmersión cultural, participación social, política, tiempo de aprendizaje y estudio, tiempo para sí, tiempo propio.

Bienvenidas sean las iniciativas propiciatorias de tiempo para vivir, vivir bien y bienvenida la tendencia de redimensionar los diferentes ámbitos de la vida con las 32 horas laborales semanales de propuesta de reducción inicial y que abran nuevos cuestionamientos a los que converger, por qué no 30 o 21 horas semanales de trabajo mercantilizado, cuánto es el tiempo preciso para atender las necesidades de cuidados y de sostenimiento de la vida y cómo articulamos el resto de los usos de tiempos. Bienvenidas las propuestas de políticas públicas que coordinen los usos sociales de los tiempos, creación de sistemas públicos de cuidados y corresponsabilidad como ejes de la transformación social y económica.

Deja una respuesta