Con motivo de la conmemoración del 8M, Día Internacional de las Mujeres, resulta inaplazable pasar de los discursos y aparentes compromisos a los hechos y que el poder transformador de la igualdad, principio ético y político, alcance a la realidad y vida cotidiana de las mujeres y las niñas.
Invertir en las mujeres y en la Igualdad es imprescindible, por una cuestión básica de Derechos Humanos, para poder eliminar la pobreza y avanzar de forma decidida hacia una sociedad cuidadora, equitativa y sostenible. Para hacerlo posible, los cuidados emergen como necesidad social con un valor ético y un alto potencial transformador.
300 millones de puestos de trabajo se podrían crear en el sector de cuidados mundial de aquí a 2035; la clave es conseguir el cierre de la brecha de género y asumir colectivamente la provisión de las necesidades de cuidados, lo que podría hacerse a través de la ampliación de los servicios públicos con empleos en condiciones dignas; así lo confirman desde organismos internacionales como Naciones Unidas. Se trata de una referencia de gran importancia, pues la brecha de género en los cuidados es determinante de la existencia de otras brechas de desigualdad que afectan a las mujeres y las niñas.
Las brechas de género persisten en el mercado laboral y se ha estancado la reducción que iba materializándose en los últimos años. Los factores son viejos conocidos y, de ellos, emerge con nitidez la falta de corresponsabilidad de los cuidados que explica el hecho de que la maternidad siga penalizando el empleo y salario de las mujeres.
Son muchas las voces que lo confirman: La economía invisibilizada que se produce en los hogares conforma la base del bienestar y desarrollo humano y sigue siendo realizada mayoritariamente por mujeres en todas las regiones del mundo, a través del trabajo no remunerado de cuidados. La Organización Internacional del Trabajo ha puesto cifras para dimensionar este asunto: Las mujeres dedican aproximadamente tres veces más tiempo al trabajo de cuidados no remunerado que los hombres y si a estas actividades se les asignara un valor monetario representarían más del 40% del PIB. La referencia a dicho indicador tiene el interés de facilitar una idea clara respecto al sinsentido de omitir el valor del trabajo de cuidados no remunerados y, al mismo tiempo, sirve de reclamo y cuestionamiento de este mismo indicador por llevar implícita dicha deficiencia, entre otras. Urge actualizar las estadísticas sobre usos del tiempo para poder percibir si se diluye, se refuerza o se mantienen las pautas diferenciadas de mujeres y hombres según roles de género.
Las anteriores referencias derivan en el hecho de que sean las mujeres las más expuestas a interrupciones de su carrera profesional o político, la responsabilidad de los cuidados sigue recayendo sobre ellas y la discriminación salarial sigue siendo persistente.
Que desde las instituciones públicas se sigan desarrollando políticas económicas y sociales haciendo caso omiso a esta realidad es, cuando menos, un acto de irresponsabilidad que constriñe las oportunidades de las mujeres y niñas a vivir vidas plenas y al libre ejercicio efectivo de sus derechos.
Cabría esperar una transformación ética de la economía, algo imprescindible en el marco del horizonte de la Agenda 2030 para el que el cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible de la Igualdad de género 5 resulta inaplazable; sin embargo, ninguna de las metas del ODS 5 se ha alcanzado en ninguna de las regiones del mundo, así lo constata el informe El progreso en el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible panorama de género 2023 de Naciones Unidas. En dicho informe se alerta de que no será posible alcanzar el objetivo de igualdad de género de aquí a 2030 si no se acelera, 26 veces más rápido, la efectividad de los cambios y medidas para hacerlo posible. Así pues, este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, urge reivindicar, más que nunca, políticas públicas para la igualdad efectiva, que contribuyan a diluir las brechas de género.