Este año, el Día de los Derechos Humanos conmemora los 20 años de la Declaración y el programa de acción de la Conferencia Mundial de Viena. Hoy recordamos, entre otras cosas, que han pasado 20 años desde que los derechos de las mujeres se convirtieron en Derechos Humanos.
La consecuencia más importante de la aprobación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en 1948, es que la base de los derechos humanos se encuentra en la dignidad de la persona y nadie puede, legítimamente, impedir a otra persona el goce de esos derechos.
Sin embargo, a pesar del pretendido carácter universal e integrador de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, fue necesario esperar hasta 1993 para que el derecho internacional reconociese a las mujeres la categoría de ‘humanas’. Fue en la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena en la que se hizo mención explícita a que “los derechos humanos de las mujeres y las niñas, son parte inalienable e indivisible de los derechos humanos universales”.
20 años desde que los derechos de las mujeres se convirtieron en Derechos Humanos
En el documento final de la conferencia de Viena se reconoció que los derechos de las mujeres y de las niñas forman parte ineludible de los derechos humanos y que las diferentes formas de violencia contra las mujeres son una violación de sus derechos humanos de las que los Estados son responsables. Además, la declaración final de la conferencia de Viena expresaba la “consternación” por las violaciones masivas de derechos a través de las prácticas de genocidio, limpieza étnica y violación sistemática de mujeres en situaciones de guerra; también se explicitaba la preocupación por las violaciones en conflictos armados que afectan a civiles, especialmente mujeres, niñas/os y personas ancianas; y finalmente se hizo un llamamiento expreso a los Estados para que prevengan y eliminen la violencia basada en la religión o creencias que discriminen a las mujeres o impiden el pleno ejercicio de sus derechos.
La inclusión de la Violencia contra las mujeres en la agenda de los derechos humanos como una violación a los mismos significó por una parte, dejar de considerarla como un acto privado o crimen pasional y, por otra parte, significó también la tipificación de la violencia contra las mujeres en conflictos armados como una violación a los derechos humanos incluyendo también el hostigamiento, explotación sexual y la trata de mujeres y niñas.
Han pasado 20 años y todavía hay quien considera los derechos de las mujeres como algo específico, como una especie de concesión realizada a un colectivo o grupo minoritario. La proclamación de que los derechos humanos son también de las humanas no ha logrado instalarse del todo en la cultura, ni en la mentalidad ni en la práctica cotidiana, lo que dificulta a las mujeres el ejercicio de sus derechos en condiciones de igualdad.
La vida cotidiana se ve limitada por el sexismo que atraviesa el mundo contemporáneo y la cultura existente, y se expresa de múltiples maneras: en políticas, formas de relación y comportamiento, en actitudes entre las personas y entre las instituciones y las personas. El machismo, la misoginia y la homofobia son las tres manifestaciones más comunes del sexismo que se cuelan en las reglas del ordenamiento social y jurídico, y en la vida cotidiana.
20 años después, las mujeres comparten con otros sujetos su condición política de opresión, con los pueblos indígenas, las comunidades colonizadas, las personas homosexuales, trans y con los grupos juveniles, entre otros; para todos estos sujetos persiste la discriminación histórica que ‘naturaliza’ la desigualdad de lo que se considera como ‘diferente’ del patrón estándar.
Por todo ello, hoy 10 de diciembre de 2013, mientras se conmemoran los 20 años de la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena, se vislumbra también la necesidad de seguir avanzando en estrategias eficaces y en redes de solidaridad para hacer realidad la proclamación universalista de los Derechos Humanos. Por tí, por ella, por mí … por todas!!!
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