Cuando la desnudez es el medio de protesta y el cuerpo femenino el soporte de la misma, el debate está servido. El recurso de ‘tetas fuera’ utilizado por las activistas de «FEMEN»:http://femen.info en sus protestas performativas resulta eficaz en cuanto al alcance mediático, ahora bien, es precisamente la cosificación del cuerpo femenino lo que atrae la atención mediática. Y eso es precisamente lo que genera dudas. ¿Qué hay más allá de la provocación en sí misma? ¿Dejará poso suficiente la denuncia realizada contra el patriarcado como para poder ir transformando las conciencias y realidades? ¿Es esta una estrategia de desobediencia feminista replicable o va a resultar que le hacemos el juego al estatus quo patriarcal?
El debate está sobre la mesa; y *Luciana Peker* escribe sobre ello.
Las activistas de «Femen»:http://es.wikipedia.org/wiki/FEMEN , la organización feminista internacional que nació en Ucrania, volvieron a poner las tetas en la plaza San Pedro apenas comenzado el cónclave para elegir al nuevo Papa. Ya lo habían hecho durante el último Angelus de Benedicto XVI y en otras capitales del mundo usando su cuerpo desnudo para denunciar los abusos de Berlusconi o la trata de mujeres que favorece el mundial de fútbol. ¿Apropiación del cuerpo o simple uso de las “herramientas del amo”?, ¿visibilidad o banalidad de la propuesta? El debate está servido.
Por *Luciana Peker*
Desatarse, mostrarse, animarse. Desabrocharse. Cortar el nudo. Quitar el gancho. Correr la traba. Bajar los breteles. Destaparse. Sacarse el corpiño. No para irse a dormir. Ni dormir despiertas. Ni mirarse al espejo. Ni siquiera para elegir a quién mostrarse sino para elegir mostrarse. Para revolucionar la idea de que ser mujer es ser delgada o curvilínea o turgente. O para protestar contra la jerarquía católica, el turismo sexual o las políticas conservadoras. Visibilizarse tan literalmente como la piel erizada de los pezones lo permite, con todo lo que las tetas tienen (su sensibilidad, su atractivo, su erotismo, sus secretos y su potencia) a la vista.
Las activistas ucranianas de Femen ya se manifestaron en Rusia, donde fueron apresadas sin corpiño, pero también mostraron sus pechos en Brasil contra la prostitución en el Carnaval, en la Eurocopa, en las elecciones en Italia contra Silvio Berlusconi, en la catedral de Nôtre Dame contra Benedicto XVI y convirtieron sus tetas en verdaderos símbolos de una lucha global contra el poder dominante. La idea de sacarse el corpiño de manera militante también se ve en la Argentina en todos los cierres de los Encuentros de Mujeres como una forma activa de protesta contra la hegemonía de la Iglesia contra el poder de decidir sobre nuestros cuerpos y en cada marcha del orgullo lgbti para subrayar la “l” de lesbianas.
Otras formas de desnudez también se pueden ver, por ejemplo, en “The Nu Project”, una serie de fotografías del norteamericano Matt Blum y su esposa Katy con cuerpos variados que no son lisos, ni delgados, ni curvilíneos, sino de amas de casa, vecinas, profesionales que se pueden ver a través de seis galerías de mujeres de diferentes partes del mundo y que son un llamado de realidad en oposición a tanta suma de dictadura estética, anorexia, cirugía plástica y retoque digital. Captando la cotidianidad y la naturalidad de una mujer delgada que tiene tetas como gotas, o de una mujer alta con tetas tan largas como ella y otra con una panza abultada y tetas redondas que nacen como en el Renacimiento, “The Nu Project” revaloriza los cuerpos reales ya no desde el concepto de belleza real sino desde la literalidad de la desnudez. En tiempos en que el discurso único tiene también un formato único de cuerpo –más comprimido que cualquier otra posibilidad de existencia– el desnudo de los cuerpos excluidos es una forma de inclusión. ¿O una forma de sucumbir a la presión de tener que pertenecer a la era de la desnudez?
La misma duda zumba sobre la militancia más explícita. Mucho más en tiempos en donde la organización Femen se ha convertido en un verdadero piquete de tetas al aire frente a cada acontecimiento mundial de importancia. La organización nació en el 2010 en Ucrania, pero ahora ha crecido. Ellas se llaman el nuevo feminismo.
Ya tiene su sede en París y han protagonizado diversas manifestaciones de protesta contra Silvio Berlusconi en las últimas elecciones en Italia, contra Benedicto XVI (aun después de su renuncia como Papa), contra el turismo sexual en Europa y en Brasil (frente al próximo mundial de fútbol) y en la casa del ex director del FMI Dominique Strauss-Khan (denunciado por abuso sexual en Estados Unidos). Su objetivo es hacer la “guerra al patriarcado y a la dictadura”, según declaró la militante Inna Chevchenko, refugiada en Francia por haber cortado con un serrucho una cruz en el centro de Kiev, en apoyo al grupo musical Pussy Riot, cuyas integrantes fueron condenadas en Rusia.
Sin duda, el gran misil de Femen –como en el dibujito de Afrodita (la novia de Mazinger Z)– son las fotos en tetas. Sus ideales son legítimos y su medio exitoso. Pero también es cierto que sin contar con sus pechos al aire sus fotos –que muchas veces se publican sin siquiera texto en los diarios del mundo– no recorrerían justamente la mayoría de los diarios del globo. Incluso, han sido objeto de investigaciones como la de “Femen al desnudo, pero demasiado al desnudo…”, en donde una periodista ucraniana se infiltró entre sus filas para denunciar cuánto gastaban en su organización y así intentar desautorizarlas.
Ellas dicen que desnudarse es sinónimo de libertad. Aunque para muchas eso está puesto en duda. Y las militantes de Femen apuestan a causas nobles pero replican los métodos que buscan que la mujer sea un objeto. Para otras, sin embargo, ellas logran adueñarse de su cuerpo y conseguir que sus tetas sean la manera de atravesar mucho más que un espejo. “Quieren una revolución femenina para 2017”, titula Antena 3 de España que, sin duda, no habría dado un título si ellas no fueran tan llamativas. Pero también saben que son criticadas. Y lo dicen: “Sus detractores y no pocas detractoras consideran que reproducen el estereotipo que critican”. Y eso también las vuelve vulnerables.
Monique Altschul vivió en Estados Unidos en la época de la quema de corpiños y recuerda con una sonrisa que por su propio cuerpo –delgado– vivía esa tendencia “con mucha comodidad”. Pero una cosa es sacarse los elásticos que aprietan el pecho y otra tener que sacar los pechos al aire para que el activismo pueda volverse visible, tan visible como los pechos. “Me parece que no se puede juzgar que usen ese recurso pero que sí algo pasa para que sólo de esa manera le puedan prestar atención”, remarca.
La psicóloga y periodista Liliana Hendel reflexiona: “En cuanto a desnudarse, igual que ‘la marcha de las putas’, son acciones que corren el riesgo de quedarse en lo más manifiesto y provocador, en este caso la desnudez, y no llegar al fondo. En Argentina nos pasa en las marchas de los Encuentros de mujeres frente a iglesias o catedrales cuando varias jóvenes se desnudan. Pero no me gustan las respuestas homogéneas ni el feminismo puritano. Creo que todas las formas son buenas si una no pierde de vista la intención primaria y logra sostenerla en el después. El tema es preparar ese después para transformar el comentario obligado de la desnudez en un discurso que interpele con palabras y sostenga la cuestión de los derechos humanos de las mujeres”.
La psicóloga social y orientadora en sexualidades y géneros Silvana Trotta gusta de escribir y compartir sus textos. Lo hace en la red social Facebook, en donde provoca con una foto suya de espalda con un corpiño a punto de caerse. No muestra más que estar desatada. Pero eso ya parece ser bastante. Ella reflexiona sobre la desnudez: “El cuerpo de la mujer está tatuado de mandatos y tabúes. La posesión diabólica de la piel y de los sentidos femeninos no permitían darle una impronta real al deseo propio y al goce y disfrute para sí misma. Era un cuerpo encapsulado en telas, escondido bajo tules, para que calle. El desnudo o semidesnudo público de la mujer siempre estuvieron a la orden del desacato, la transgresión y las malas costumbres. Pareciera que el propio cuerpo se pone en acto para el morbo ajeno, desde el lugar de mercancía, no como un cuerpo arrojado al mundo que detenta libertad y poder en sí mismo, sin las dobles intenciones que filtra la mirada hegemónica patriarcal”.
Ella defiende la posibilidad de decidir sobre el propio cuerpo, incluso sobre la exhibición del cuerpo que suele ser más cuestionada por el feminismo: “El cuerpo desnudo interpela distintas lecturas de lo real, irrumpe en los aconteceres públicos donde fue denostado como objeto para transformarse en cuerpo-sujet* de derechos: allí, la mujer no es teta, culo, piernas u ojos fatales. Allí es presencia de cuerpo legítimo irrumpiendo en los órdenes instituidos. La desnudez crea instituyentes políticos. Habilita lazos y compromisos de otros cuerpos desnudos, por fuera de la mirada obscena. Es cuerpo proyecto. Posesión sobre lo propio. Libertad-no transgresión.
“Por un lado habilita con su presencia a interrogarse-nos sobre la posibilidad de la desnudez como acto transformador, como pancarta para alzar voces disidentes. Como testigo que intenta incomodar aquellos discursos que, por obvios, son los más presentes y visibles. Cuando esos discursos se hacen presentes de la mano de un cuerpo desnudo, quedan al desnudo (valga la paradoja) todos aquellos ropajes cuestionadores de la libertad”.
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[Artículo publicado originalmente en «Página 12»:http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-7901-2013-03-15.html ]