carmen@singenerodedudas.com

Services

How can we help you?

Web design

Fusce sagittis et nisi in feugiat

SEO Services

Fusce sagittis et nisi in feugiat

eCommerce

Fusce sagittis et nisi in feugiat

Social media marketing

Fusce sagittis et nisi in feugiat

Advertisement

Fusce sagittis et nisi in feugiat

No todos los hombres, pero demasiados…

por | 28 Dic 2024 | Uncategorized

Antes de finalizar el año, comparto el artículo de mi colaboración de diciembre con Alternativas Económicas: No todos los hombres, pero demasiados … La ilustración es una creación de Elisa Biete Josa.

El 95% de quienes cometen agresiones contra la libertad sexual son hombres y, en el 90% de los casos, son mujeres o niñas las víctimas de dichos comportamientos. También son hombres el 90% de quienes abusan sexualmente de menores en sus propios entornos familiares.

Algo pasa con los hombres, pero no, no son monstruos. Son hijos sanos del patriarcado, socializados para ser considerados los reyes del mambo allí donde estén, sabiéndose depositarios del privilegio patriarcal de tener la autoritas permanente para lo que sea necesario y la gran coartada de género: el pacto entre caballeros con el que se aseguran el monopolio de poder masculino y vía libre para disponer de los cuerpos y sexualidad de las mujeres. Son producto de una masculinidad tóxica todavía presente: Strauss-Kahn, Plácido Domingo, Woody Allen, Donald Trump, Dominique Pellicot, José Ángel Prenda, Alfonso Jesús Cabezuelo, Ángel Boza, Jesús Escudero, Antonio Manuel Guerrero, Harvey Westein, Gérard Depardièu, Ismael Álvarez, Íñigo Errejón, Luis Ábalos, Rafa Mir, Santi Mina, Rubén Castro, Luis Rubiales y Diego Yllanes, entre otros depredadores sexuales.

Ningún ámbito se queda fuera del alcance de la violencia machista: se cuela en las relaciones sexoafectivas, en las laborales, independientemente del sector en el que trabajes, sea la hostelería, universidad, ocio, deporte, producción cultural, intelectualidad o el artisteo, cine, teatro y también en los espacios de militancia y participación política, sindical, activismo social, e incluso en los espacios comunitarios y de transformación ecosocial. El hecho de no abordarla explícitamente no la hace desaparecer, más bien facilita que se siga reproduciendo con diferentes niveles de intensidad: tocamientos, sobeteos, chistes, minusvaloración, chantajes sexuales, prácticas de acoso, abuso sexual y violaciones.

La misoginia interiorizada explica que la vergüenza y señalamiento se dirija hacia quienes son objeto en vez de a los sujetos de dichos comportamientos, prejuzgándolas a ellas de haberles provocado, de ser unas exageradas, de no saber encajar las bromas o de no valorar ser las elegidas de algún él para dar cumplimiento a sus deseos.

Un total de 14 violaciones y 55 agresiones sexuales se denuncian cada día en España y solo es la parte visible del iceberg de la violencia estructural que se ejerce contra las mujeres y las niñas. Las denuncias por violación han aumentado en el 7% en el primer semestre de 2024, con un total de 2.465 denuncias tramitadas. Todo ello tiene un coste monetario, que se estima en unos 8.000 millones de euros al año, y solo es una primera aproximación. Hay que añadir la pérdida de ingresos, la menor producción, el deterioro de  salud, de bienestar y de calidad humana.

Una de cada dos mujeres ha sufrido algún tipo de violencia o agresión machista a lo largo de su vida; convendría preguntarse, si ni tú ni tus amigos habéis sido, entonces, quién.

Que la vergüenza cambie de bando

Siempre ha habido mujeres que han alzado la voz, diciendo ¡basta! Cada una de ellas ha abierto puertas para muchas otras. Desde 2017 se ha ido convirtiendo en un clamor social; las manifestaciones masivas y las huelgas feministas aglutinaron parte de la rabia social por las violaciones colectivas y agresiones sexuales.

En retrospectiva, la evolución de la denuncia pública permite entenderlo prácticamente todo: 1) hemos ido pasando del #HermanaTeCreo con el que se abrió una enorme ventana de apoyo a las víctimas de agresión cambiando el foco del cuestionamiento hacia los agresores; 2) con el #MeToo y #cuéntalo la dimensión de la violencia de género y violencia sexual contra las mujeres se extendió de tal manera que puso en evidencia que ni es una excepcionalidad ni son casos aislados, sino signos evidentes de una sociedad fallida, de un sistema enfermizo que utiliza la violencia hacia las mujeres, el 52% de la población, como estrategia para mantener un determinado estatus y jerarquía de género; 3) el grito del #SeAcabó colectivo trascendió el ámbito del deporte interpelando a toda la sociedad, al convertir la reacción a una agresión individual en un problema político para la transformación social.

#QueLaVergüenzaCambieDeBando es el contundente mensaje y denuncia que actualmente traslada la entereza y dignidad de Gisèle Pelicot al denunciar y enfrentarse a su agresor permanente, su marido, y a los más de 50 depredadores sexuales que durante al menos 10 años la violaron, sintiéndose impunes e invencibles, como probablemente se sientan también los puteros que abusan de las mujeres prostituidas o vendidas por las redes de mercadeo de personas.

Cuanto más alcance y contundencia tiene la voz de las mujeres en esta denuncia pública, mayor es el músculo social del movimiento feminista que las arropa y mayor es también la reacción y la violencia del rearme patriarcal.

Hablemos de responsabilidad colectiva

Decía Audre Lorde: «No seré una mujer libre mientras siga habiendo mujeres sometidas», y es ese compromiso el que necesitamos hacer extensivo, apelando a la responsabilidad colectiva de ser parte de la solución, desmontando el negacionismo de género, las relaciones de desigualdad y la cosificación de las mujeres.

Quienes defendemos modelos de convivencia y de relaciones alternativas al sistema económico actual, desde el principio de equivalencia humana, asumimos el deber moral de cuidar y poner atención para que nuestros entornos de trabajo y de activismo sean espacios seguros, de confianza y libres de violencia machista.

La despatriarcalización de las organizaciones es el reto, y la empatía es clave para humanizar las miradas, identificar y corregir pautas de comportamiento patriarcales (como el mito de la libre elección cuando lleva a reforzar la violencia machista). Pretender una justicia restaurativa requiere desmontar la violencia económica estructural y ser consciente de que la discriminación de las mujeres retroalimenta uno de los negocios globales del neoliberalismo patriarcal: el mercado transnacional de mujeres y niñas que provee de cuerpos-mercancía a la industria de la explotación sexual.

Las organizaciones transformadoras no pueden ponerse de perfil ante esta realidad; los códigos de conducta y buen trato, los protocolos de prevención y respuesta ante el acoso sexual y por razón de sexo, la formación y sensibilización son mecanismos necesarios, pero aún insuficientes. Urge acabar con el silencio cómplice y escuchar a las mujeres, saber de sus malestares y actuar para diluirlos.