Inicio mi colaboración con Más de la mitad con este artículo, en el marco del lanzamiento del nuevo informe sobre la precariedad laboral y la desigualdad salarial en España de Oxfam Intermón.
Sin igualdad no hay recuperación. Esa es la evidente conclusión del último Informe de Oxfam, en el el cual se confirma que la supuesta recuperación económica sólo alcanza a quienes ya estaban en los tramos superiores de renta y riqueza.
Los datos hablan por sí mismos: a nivel global, el 1% más rico de la población acumula el 82% de la riqueza generada el año pasado. Parte de estos ricos son quienes se han paseado por el sarao del Foro Económico Mundial de Davos, haciendo gala de su hipocresía y falta de empatía social ante las realidades marcadas por la pobreza, la creciente desigualdad, el cambio climático y la expropiación de los derechos humanos a parte de la población mundial.
Pauta similar se reproduce en el Estado español, donde el 10% de la población más rica acumula el 53,8% de la riqueza y el 1% más rico se reparte el 40% de toda la riqueza creada en 2017, mientras que el 50% más pobre apenas accede al 7%. La obscena acumulación en manos de la minoría elitista ha ido creciendo a un ritmo del 13% anual, mientras que los salarios lo hacían a un 2%. Estos datos deberían ser suficientes para poner en cuestión el discurso de la supuesta recuperación, algo que se revela nítidamente en el informe ¿Realidad o ficción? La recuperación económica en manos de una minoría.
La desigualdad económica y social se consolida en España y lo hace fuertemente atravesada por la desigualdad de género. El hecho de que prácticamente la tercera parte de la ciudadanía viva en riesgo de exclusión social y la indiferencia gubernamental al respecto de las brechas de género existentes en los salarios, empleo, desempleo y, sobre todo, en los trabajos de cuidados no remunerados son indicadores de cuán instalada está la inequidad y el (des)orden de género sostenido por las actuales políticas neoliberales. Todas las brechas mencionadas se refieren a la distancia que se da entre las condiciones que afectan a mujeres y hombres en cada dimensión medida; la complejidad en su análisis reside en que no siempre la minoración de una brecha significa una menor desigualdad, ya que puede ser provocada por la extensión de la precariedad de condiciones a toda la población, algo que hemos experimentado durante estos diez años de crisis. La persistencia de las brechas de género refleja una relativa tolerancia a las jerarquías laborales y una profunda indiferencia al respecto de la causa de las mismas.
La brecha de género en los cuidados resulta determinante de la existencia y persistencia de las otras brechas de género y, a pesar de ello, resulta ser la mas tolerada socialmente. Sin embargo, su mera existencia actúa como factor causal de distorsión económica, y favorece directamente la inequidad redistributiva que alientan las élites económicas. Que las mujeres sigan especializadas en los trabajos de cuidados -trabajos no remunerados que se realizan principalmente en los hogares como tareas necesarias de la reproducción vital y social para el bienestar y desarrollo de las personas-, condiciona su autonomía, inclusión y continuidad en el ámbito laboral y político. Y eso precisamente es lo revelan los datos estadísticos que incluye el informe de Oxfam.
El enquistamiento de la precariedad laboral afecta tanto al empleo como al desempleo y la precariedad salarial afecta a las cotizaciones y oportunidades reales que se agravan con el ensañamiento que todo ello tiene sobre las condiciones de vida de las mujeres. Son mujeres el 74% de quienes perciben los salarios más bajos, el 72% del empleo a tiempo parcial, y en su mayoría de forma no voluntaria -57,3%-. También son mujeres quienes sostienen económicamente el 90% de las familias en las que solo hay una persona adulta con menores a su cuidado; cuatro de cada diez familias monomarentales están en riesgo de pobreza, resultado directo de las políticas austericidas impuestas como gestión de la crisis. Son mujeres, en mayor medida quienes están en situación de desempleo -el 51,7%- y así lo refleja también la tasa de desempleo femenino (18,35%), superior en cuatro puntos a la de los hombres.
Los anteriores datos reflejan la realidad actual y ponen en cuestionamiento la supuesta recuperación de la que hablan las élites económicas; aceptar estas características como algo inmutable sería caer en una situación de indefensión aprendida a la que parte de la población nos resistimos activamente.
Para transformar dicha realidad necesitamos provocar un cambio de tendencia que no vendrá por sí solo.
Sin igualdad no hay recuperación, ni justicia redistributiva en ninguna de sus dimensiones; y para ello necesitamos otras políticas y otros equipos de gobierno. Urge ya una fiscalidad redistributiva, ecológica y con perspectiva de género, que posibilite un reparto equitativo de las rentas, de la riqueza, de los trabajos no remunerados de cuidados, así como de los tiempos asignados a la vida, incentivando para ello modos de producción sostenibles y una mayor coherencia con la reproducción social y la sostenibilidad de la vida.