Por cada mujer asesinada a manos del terrorismo machista, morimos un poco todas. Por cada mujer que es violentada, algo se rasga en el interior de todas y cada una de nosotras. Por cada mujer que es maltratada, añadimos más golpes a los que llevamos entre todas. Por cada mujer que es ninguneada, todas y cada una percibimos el desprecio de este ninguneo. Por cada mujer que es invisibilizada, la presencia de todas y cada una de las demás se diluye también.
Que no nos confundan las trampas patriarcales; cuando maltratan a una mujer, nos están maltratando a todas. No importa el lugar, el contexto territorial, el condicionante socioeconómico o el posicionamiento político. El terrorismo machista nos afecta a todas.
Esa constatación debería ser suficiente para afianzar la necesidad que tenemos de crear redes y alianzas antipatriarcales. ¡Nos va la vida en ello! Mañana puedes ser tú, tu hermana, tu madre, tu sobrina, tu hija, tu vecina, tu compañera de trabajo, tu amiga …
Crece el riesgo de feminicidio y, mientras tanto, los gobiernos y parte de la sociedad actúan como que esto no va con ellxs. No podemos seguir consintiendo esta indiferencia institucional.
Hay que exigir a los gobiernos, a los partidos políticos, a los sindicatos, a las asociaciones, a las plataformas ciudadanas, a las asambleas vecinales, a las universidades, a los centros de trabajo, a los grupos y a cualquiera que sea nuestro entorno de participación social-laboral-cultural que se posicionen explícitamente denunciando la violencia hacia las mujeres y condenando públicamente los actos de terrorismo machista. ¿Qué motivo tendrían para no hacerlo?
Somos parte de la ciudadanía y tenemos derecho a una vida libre de violencia. ¡Basta ya! de terrorismo patriarcal.