Los ‘tufillos’ impregnan la vida política … ¡stop corrupción!

Si fuese la trama de una peli diría que resulta demasiado forzada. Una vez más, la realidad supera la ficción y los ‘tufillos’ que intuíamos se convierten en escándalos de corrupción que salpican e impregnan de hedor y sospecha de la actuación y representación política de España.

Y es que huele fatal; a corruptelas, a tráfico de influencias, a abuso de autoridad, a apropiación indebida de fondos públicos, a fraude y a latrocinio en mayúsculas, a egos ávidos de más y derroches injustificados. En definitiva, huele a carencia de valores humanos y de dignidad profesional de algunos personajes que hacen de la irresponsabilidad, del descaro y de la tomadura de pelo a la ciudadanía su enseña particular.

Durante los 5 años de esta ‘gran estafa’ neoliberal, se han aprobado leyes y reformas cercenando los derechos más básicos de quienes partían de una situación de mayor vulnerabilidad socioeconómica, mientras ha continuado el expolio financiero y se ha instalado la sensación de impunidad de los corruptos.

Hay una falta de ética generalizada entre los principales sostenedores de este sistema y necesitamos extirparla de raíz junto a la gentuza que la ha ido propagando.
Son muchos los gobiernos supuestamente democráticos que han tenido casos de corrupción vinculados sobre todo a su financiación y al tráfico de influencias.

Sabemos que todo se contagia…

Cuando lo que se proyecta desde la pantalla mediática es especulación, explotación, fraude, extorsión, impunidad, corrupción o desigualdad, lo que se provoca es una deslegitimación, actitudes crecientes de revanchismo y una desmoralización generalizada que amenaza con pervertir la conciencia social colectiva.

Sin embargo, cuando lo que se transmite públicamente es respeto y cumplimiento por los derechos fundamentales y motivación por el interés colectivo, por la superación de las necesidades sociales y por la igualdad, esto tiene un efecto favorable en los comportamientos individuales.

¡Tomemos las riendas ya! de lo que queramos crear…

Es posible imaginar otro modelo de sociedad, otro marco de convivencia y otras motivaciones corresponsables con el desarrollo humano y la equidad, con el bien común.

Pero antes, convendría testar algunas ideas para ir haciendo camino …

Tendríamos que reapropiarnos de nuestro ánimo, de nuestra capacidad de decisión y tomar consciencia de nuestro poder de acción.

Cuando una persona está desanimada, o un pueblo desmoralizado, no está en posesión de sí misma, de su derecho a decidir, sino que se encuentra a merced de las decisiones que toman otros sujetos con intereses ajenos y hoy en día, bajo sospecha.

Así pues, me parece fundamental que sí o sí recuperemos el derecho a decidir, sobre nuestras vidas, sobre nuestros cuerpos, sobre nuestros marcos de convivencia, sobre los aspectos socioeconómicos que influirán en nuestras condiciones de vida.

Y difícilmente va a ser eso posible si no echamos a toda esa gentuza que contamina nuestras vidas y que gobierna para lucro y beneficio propio en vez de para los intereses sociales y la sostenibilidad del desarrollo humano.

A la corrupción hay que combatirla con más democracia, con transparencia, con un código ético de valores y con la participación directa de la ciudadanía.

Y para ello necesitamos reapropiarnos de los mecanismos de representación pública, consensuar otros criterios de funcionamiento, definir prioridades y principios éticos. Está en cuestión tanto la representación y participación política como para la financiación de las entidades colectivas que actúan en la vida política, social y económica; y también lo está la ejemplaridad de los comportamientos a promover. No puede seguir alentándose la sensación de impunidad. ¡A la cárcel! con toda persona responsable – por acción u omisión – de actos de corrupción.

Tenemos en nuestras manos el reto de crear un modelo de democracia económica real para garantizar la equidad y sostenibilidad de la vida; con transparencia real, política y económica y también sistemas activos y eficaces de rendición de cuentas.

Urge ya una llamada a la acción colectiva, a sumar mareas, al empoderamiento ciudadano, a la rebeldía feminista y a la transgresión, mucha, mucha.

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