Tras la lectura de esta entrevista a David Harvey he decidido reactivar esta línea de análisis que tenía en ‘stand by’, sobre la necesidad de repensar la ciudad desde la igualdad de género y el reto que representa para el nuevo municipalismo emergente. Se trata de tomar en consideración de qué manera la interrelación de los tiempos de vida, la redistribución espacial y de recursos y la reorganización de los servicios que afectan a la vida cotidiana en el proceso de ‘humanización de las ciudades’, al que se refería Jane Jacobs, debería transformar, al mismo tiempo, el imaginario simbólico construido desde el sistema patriarcal.
El interés en hacer este abordaje nace de lo que motivó mi tesis doctoral, en su momento: la potencialidad género-transformativa de las políticas públicas para avanzar hacia otro modelo de sociedad.
Aquí va la primera entrega 😉 …
Repensar la ciudad desde la igualdad de género [I]
Cuando se quiere poner la vida y las necesidades de las personas en el objeto de atención de las políticas públicas, surge la necesidad de repensar lo que habitualmente se considera estándar y complejizar el análisis integrando la diversidad de realidades, condiciones y posiciones sociales de mujeres y de hombres. En la práctica, esto conlleva a poner en cuestión el seguir utilizando la idea de un supuesto sujeto universal enmascarado en el masculino como globalizador de necesidades, expectativas y voluntades de los sujetos hombres y mujeres.
El interés del análisis de las ciudades viene del creciente proceso de urbanización y del hecho de que en ellas confluyen diversos fenómenos en un aspecto multinivel. Lo global está presente e incide en aspectos nacionales, de demarcación territorial y organización política, así como en aspectos más localizados en el territorio (descentralización, violencia, tejido económico, etc.)
Hacer del derecho a la ciudad parte efectiva de los derechos humanos para todas las personas requiere pensar el espacio urbano desde las diferencias entre mujeres y hombres, tomando en consideración las interseccionalidades que pudieran concurrir, ya sean clases socioeconómicas, orígen étnico, códigos culturales y/o religiosos y diversidades respecto a la autonomía personal de cada quien. La consideración de la incidencia de las construcciones sociales, asignadas tradicionalmente a mujeres y hombres, en el análisis de la ciudad, se enmarca en la conceptualización de la ciudad como nodo y pulsión de cruces de relaciones. En este marco cobra importancia la observación de cómo se dan las interrelaciones de los hombres y de las mujeres con las principales instituciones de la sociedad; es decir, cómo inciden las relaciones de género1 en la articulación de las instituciones, de los mercados, de la comunidad y de las familias.
En una primera aproximación, la integración de la perspectiva de género en la reflexión, análisis e intervención política sobre la ciudad permite hacer emerger evidencias de que el espacio y la distribución territorial espacial y física no es neutra, y que los roles y actividades que desempeñan hombres y mujeres condicionan las expectativas respecto al acceso y uso de los espacios en la vida cotidiana. Este tipo de análisis da lugar a poder conocer y valorar en qué medida se vinculan las relaciones de género socialmente construidas y el espacio urbano socialmente producido.
La división sexual del trabajo atraviesa también la división de las actividades en las ciudades; por una parte se diferencian los espacios de producción-trabajo de los espacios de habitación-reproducción y se les asignan roles específicos de género. Las mujeres se relacionan en mayor medida con el ámbito del hogar y los espacios de la reproducción, mientras se establece la percepción de que la calle y los lugares destinados a la producción se construyen -implícitamente- desde la preeminencia masculina. Esta segmentación no obedece a ningún criterio funcional, si no más bien a un refuerzo de la división genérica de la sociedad y a la traslación de la lógica binaria patriarcal producción/ reproducción, público/privado y masculino/femenino.
Hacer emerger la importancia del trabajo reproductivo y no remunerado que realizan mayoritariamente las mujeres es un proceso clave para entender el funcionamiento de la vida urbana, tomando consciencia de que ante la hipotética situación de que las mujeres dejaran de responsabilizarse de dicho trabajo reproductivo, sería evidente que la estructura urbana, social y económica, tal y como la conocemos, dejaría de funcionar. Pues bien, de esta línea argumentativa se atisba ya una primera aproximación a la visión de género de la ciudad, por la que emerge el trabajo invisible y los desplazamientos de trabajo que representa el circuito de los servicios de atención a la vida cotidiana; algo que, no siempre se contempla en la política urbana como, por ejemplo, en el diseño del sistema de transporte público, que sigue atendiendo preferentemente a las necesidades de desplazamiento vivienda-empleo, más próximo a la lógica del trabajo productivo (preeminencia masculina).
Y es que, a pesar de que mujeres y hombres vamos accediendo a diferentes ámbitos y sectores de actividad, los criterios de distribución y participación aún evidencian que habitamos la ciudad de manera diferenciada; es preciso relacionarlo con el hecho de desempeñar distintos roles, responsabilidades y sobre todo porque las experiencias cotidianas en cuanto a cómo enfrentamos las necesidades de trabajo, vivienda y servicios son cualitativamente diferentes. Lo anterior es algo recurrente en los estudios de género respecto a los ‘espacios de sociabilidad’ como muestran, por ejemplo, los trabajos de Inés Sánchez de Madariaga, los de Alejandra Massolo, los de Jo Beall y Caren Levy, así como la Carta Europea de las Mujeres en la Ciudad, de 1994 (“European Charter for Women in the City: Moving towards a Gender-Conscious City”)
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NOTAS:
1Entendiendo ‘género’ como la variable explicativa de la construcción cultural asentada en la diferenciación sexual por la que se atribuyen diferentes expectativas sociales, atributos, funciones y comportamientos a las mujeres y a los hombres, en base al condicionante biológico, estructurando un sistema de ordenación socioeconómica basado en la preeminencia masculina. Para mayor detalle explicativo sobre teoría de género, leer a Gayle Rubin, Joan Scott o Marcela Lagarde.